Buen día!
Hoy traigo por aquí un tema sobre el que propongo que reflexionemos... y lo hagamos en serio !pero sin seriedad!
El efecto que tienen lo que las personas que nos importan, (y posiblemente las que no), tiene sobre el desarrollo de nuestras potencialidades.
Me egustarían muchos comentarios y opiniones que enriquezcan este espacio.
Namasté
Inés
¿De qué manera pueden verse alterados nuestros
comportamientos a partir de las creencias que los demás tienen sobre
uno? ¿Las expectativas favorables que sobre nosotros/as tiene nuestro
entorno de afectos y amistades puede llevarnos a llegar más allá de lo
que esperamos? O por el contrario, ¿cuántas veces ni lo hemos intentado o
nos ha salido mal movidos por el miedo al fracaso que otros nos han
transmitido, por su falta de confianza, por su invitación a la
resignación y al abandono?
No es descabellado afirmar que cada día en nuestras vidas hay actos
que suceden porque, consciente o inconscientemente, estamos respondiendo
a lo que las personas que nos rodean esperan de nosotros, para lo bueno
y para lo malo. Puede tratarse de la expectativa del amigo, de la
pareja, del jefe e incluso de nuestros hijos. Lo que los demás esperan
de uno puede desencadenar en un conjunto de acciones que nos lleven
mucho más allá de lo que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. A
este principio de actuación a partir de las creencias y expectativas de
los demás se lo conoce en psicología como el Efecto Pigmalión.
Tan curioso nombre nace de la leyenda de Pigmalión, antiguo rey de
Chipre y hábil escultor. Ovidio en su “Metamorfosis” recreó el mito y
nos contó que Pigmalión era un apasionado escultor que vivió en la isla
de Creta. En cierta ocasión, inspirándose en la bella Galatea, Pigmalión
modeló una estatua de marfil tan bella que se enamoró perdidamente de
ella, hasta el punto de rogar a los dioses para que la escultura cobrara
vida y, de este modo, poder amarla como mujer real. Venus decidió
complacer al escultor y dar vida a esa estatua que se convirtió en la
deseada amante y compañera de Pigmalión. La expectativa cargada de deseo
se hizo finalmente realidad.
Como vemos en la leyenda, el Efecto Pigmalión es el proceso por el
cual las creencias y expectativas de una persona respecto a otro
individuo afectan de tal manera su conducta que el segundo tiende a
confirmarlas. Un ejemplo sumamente ilustrativo del Efecto Pigmalión nos
lo legó George Bernard Shaw, quien en 1913 creó, inspirado por el mito,
la novela “Pigmalión” que años más tarde, en 1964, fue llevada al cine
por George Cukor bajo el título “My Fair Lady”. En esta cinta, el
narcisista profesor Higgins (Rex Harrison) acaba enamorándose de su
creación, Eliza Doolittle (Audrey Hepburn), cuando consigue convertir la
que es al inicio de la historia una muchacha desgarbada y analfabeta
del arrabal en una dama moldeada a las expectativas fonéticas, éticas y
estéticas del peculiar Higgins.
En el terreno de la psicología, la economía, la medicina o la
sociología, diversos investigadores han llevado a cabo interesantísimos
experimentos sobre la existencia y potencia del Efecto Pigmalión. Quizás
uno de los más conocidos es el que llevaron a cabo en el año 1968
Robert Rosenthal y Lenore Jacobson con el título “Pigmalión en el aula”.
El estudió consistió en informar a un grupo de profesores de primaria
que a sus alumnos se les había administrado un test que evaluaba sus
capacidades intelectuales. Luego se les dijo a los profesores cuáles
eran, concretamente, los alumnos que obtuvieron los mejores resultados.
Se les dijo también que era de esperar que estos alumnos destacados en
el test de capacidades serían los que mejor rendimiento tendrían a lo
largo del curso académico. Y así fue. Al finalizar el curso, ocho meses
después, se confirmó que el rendimiento de estos “muchachos especiales”
fue mucho mayor que el resto. Hasta aquí no hay nada sorprendente. Lo
interesante de este caso es que en realidad jamás se realizó tal test al
inicio de curso. Y los supuestos alumnos brillantes fueron un 20% de
chicos elegidos completamente al azar, sin tener para nada en cuenta sus
capacidades. ¿Qué ocurrió entonces? ¿Cómo era posible que alumnos
corrientes fueran los mejores de sus respectivos grupos al final del
curso? Muy simple, a partir de las observaciones en todo el proceso de
Rosenthal y Jacobson, se constató que los maestros se crearon una tan
alta expectativa de esos alumnos que actuaron a favor del cumplimiento
de tal expectativa. De alguna manera, los maestros se comportaron
convirtiendo sus percepciones sobre cada alumno en una didáctica
individualizada que le llevó a confirmar lo que les habían dicho que
sucedería.
Muchos otros estudios similares se han producido en los últimos años
que han tendido a confirmar la existencia de este efecto, que por otro
lado, es de puro sentido común. Sin duda, la predisposición a tratar a
alguien de una determinada manera queda condicionada en mayor o menor
grado por lo que te han contado sobre esa persona.
Otro llamativo caso sucedió en una conocida empresa multinacional
fabricante de productos de alta tecnología. Los responsables del
Departamento de Personal convocaron a una persona de su servicio de
limpieza, en el último escalafón de la jerarquía de la organización, que
ni tan solo tenía el bachillerato finalizado, y le dijeron al hombre en
cuestión que era, entre todos los miles de miembros de la empresa,
quien estaba mejor capacitado para, en el plazo de dos años, ocupar un
altísimo cargo de responsabilidad técnica, y que para ello contaría con
todos los medios y soporte de la multinacional. Las consideraciones
éticas sobre este procedimiento darían mucho de sí, pero el caso es que
esta persona no sólo llegó a desempeñar las funciones del alto cargo
prometido en menos tiempo del previsto, sino que años después siguió
prosperando en la organización siendo además una persona con un enorme
carisma y consideración dentro de su área. La profecía se cumplió de
nuevo a una velocidad y con un éxito extraordinario, más allá incluso de
lo que los propios promotores del experimento imaginaban.
En efecto, le perspectiva de un suceso tiende a facilitar su
cumplimiento. Y eso ocurre también en muchos otros ámbitos. En el
terreno de la investigación científica o social, el investigador tiende
muchas veces a confirmar sus hipótesis por descabelladas que parezcan;
siempre existe el dato que todo lo confirma. En economía, un caso del
cumplimiento del efecto Pigmalión a gran escala se vivió con la crisis
económica de 1929. Si muchas personas están convencidas de que el
sistema económico se hunde, se hundirá. Incluso hablando de nuestra
propia salud, el Efecto Pigmalión se manifiesta en el también conocido
Efecto Placebo. De este modo hay quien cree obtener del medicamento lo
que necesita obtener cuando en realidad se trata de una pastilla de
almidón, neutra, sin principios activos. ¿Por qué cura entonces, en
determinados casos, un caramelo inocuo? Simplemente porque el médico nos
dice que nos curará. Porque hay alguien en quien creemos que nos
asegura que eso nos hará bien y porque deseamos curarnos.
Y claro, ¡cómo no!, volviendo al mito, Pigmalión también hace de las
suyas en casos de enamoramiento. No son pocos los celestinos y las
celestinas que han generado tórridas pasiones entre personas que, de
entrada, no parecían tener química. En algunos casos ha bastado que el
celestino en cuestión susurre al oído de las víctimas la insinuación del
deseo del otro para que la mirada y el lenguaje del cuerpo cambien
radicalmente la expresión que propicia una primera aproximación.
Incluso si analizamos las biografías de grandes genios, mujeres y
hombres que a lo largo de la historia han hecho enormes aportaciones a
la humanidad en terrenos tan distintos como la ciencia, el arte, el
deporte, la empresa, etcétera, veremos que en muchos casos había una
persona que tenía una fuerte esperanza depositada en el genio en
cuestión y que sin ella, probablemente, la vida del genio habría sido
radicalmente distinta.
Y es que Pigmalión tiene una explicación científica: hoy sabemos que
cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza nuestro
sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementar
nuestra lucidez, nuestra energía y en consecuencia nuestra atención,
eficacia y eficiencia.
Las profecías tienden a realizarse cuando hay un fuerte deseo que las
impulsa. Del mismo modo que el miedo tiende a provocar que se produzca
lo que se teme, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un
tercero, puede darnos alas.
INFORMACIÓN traída desde el muro de Alex Rovira.
Jejeje, me he visto reflejada en ese video hace muy poquitos días…
ResponderEliminarEn mi largo recorrido me he ido quitando muchísimas mochilas de encima y he crecido mucho, pero ese “yo no, yo no puedo, no soy capaz… me es muy difícil erradicarlo del fondo de mis pensamientos y de mi sentir, a pesar de haber salido adelante de situaciones muy complicadas y difíciles. Al fin y al cabo es una lección que me han inculcado durante muchos años y la aprendí demasiado bien.
Pero la vida cambia, las personas de tu vida cambian y tú cambias aunque no te des cuenta…
Y hay veces que las personas que tienes a tu alrededor parecen conocerte mucho mejor que tú misma y confían en ti mucho más que tu, y te dan aliento y te estimulan a crecer a sacar de ti eso que tu no ves, pero los demás sí.
Y llega un día en el que te sientes estancada, necesitas crecer más, superarte, pero los caminos que venias transitando se cortan y se terminan, y te preguntas y ahora qué? Y ves un camino que te resulta difícil, estrecho, un camino que habías dejado de lado en otras ocasiones porque decías yo por ahí no puedo transitar, imposible!! Yo no puedo!!
Pero esas personas que te conocen y confían en ti, te dicen que sí, que si puedes, que estas preparada y que es el momento de transitarlo, y ahí estoy yo en este momento gracias a esas personas que creen en mí y me infunden valor.
SI TÚ CREES QUE PUEDO…allá voy, al fin y al cabo no tengo nada que perder y sí mucho que ganar, bueno si tengo mucho que perder, tengo que perder miedos, inseguridades, desconfianza, y lo más importante perder ese “yo no puedo”.
Y es que en el fondo pienso que realmente nosotras creemos que si podemos, pero a veces nos hace falta ese empujón que nos ayude a quitarnos la venda negra de los ojos.
Así que aquí estoy preparando el equipaje para transitar ese nuevo camino, con muchos miedos, dispuesta a perderlos, pero con mucha ilusión, y todo gracias a que hay personas que creen en mí. Eternamente agradecida.
Yo he vivido el efecto Pigmalión en el pasado para cortarme alas y ahora para ponérmelas otra vez
Bonitas e interesantes reflexiones nos traes siempre
Muchísimas gracias Inés
Chus... como siempre nos traes un aterrizaje en primera persona que enriquece enormemente esta entrada. Las experiencias de primera persona son de un enorme poder para abrir "puertas" en otras personas. Gracias por tu generosidad y por tu análisis preciso y y claro. TU ERES LA ARQUITECTA DE LO QUE TE ESTÁ SUCEDIENDO. Quienes lo ven/vemos sólo somos tus recordatorios... Con grandísimo cariño, hasta esta tarde.
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