Hola queridas, ¿cómo estáis? Deseo de corazón que muy bien...fluyendo con la vida y aprovechando lo mejor de ella y gestionando aquello que se nos encoja en el corazón.
Me acuerdo de vosotras... bastante mucho :) Y de manera bastante tranquila !y amorosa! desde luego.
Hoy os traigo este contenido que me parece significativo... y puedo ampliar nuestras miras y zona de confort.
Namaste.
Inés
Las curaciones espontáneas son
una realidad. El cuerpo tiene una especie de ‘farmacia’ interna y puede
sintetizar sus propios medicamentos, solo hay que encontrar el lenguaje
mental o emocional que ponga en marcha ese mecanismo de sanación.
Juan Carlos Mirre
En la última década, tanto las ciencias médicas como las tecnologías
aplicadas al diagnóstico y a la cirugía han progresado a una velocidad
muy superior a todos los avances del siglo XX. Pero no sólo se han visto
grandes mejoras en la medicina, sino que también se han dado pasos
gigantescos en el conocimiento de la biología y, en especial, en los
campos de la neuroquímica en relación con el sistema nervioso central y
el funcionamiento celular del organismo. Actualmente, son estos
conocimientos los que nos permiten ir aclarando un grupo de fenómenos
inexplicables hasta ahora para nuestro raciocinio. Se trata de las
curaciones espontáneas, los milagros, las sanaciones chamánicas, el
prodigioso efecto placebo y todo el conjunto de procesos de curación que
no encuentra explicación en la medicina tradicional. Son situaciones en
las que la acción mental logra curaciones similares a las conseguidas
por la medicina convencional, y que incluso llega a sanarnos de ciertas
enfermedades que resisten a tratamientos sofisticados. Partiendo del
conocimiento actual, podemos arriesgarnos a asegurar que la mente, o
mejor dicho, la unidad cuerpo-mente, es capaz de actuar mediante la
acción de hormonas, neurotransmisores y neuropéptidos sobre la propia
farmacia interna del organismo. El cuerpo puede sintetizar cualquiera de
las moléculas creadas en los laboratorios farmacéuticos; sólo es
cuestión de encontrar el lenguaje mental para poner en marcha ese
mecanismo interno. Las evidencias apuntan hacia el lenguaje emocional.
Si las emociones negativas nos enferman, serán las positivas las que nos
curen. O eso parece.
Un chamán sin saberlo
El doctor B. Moseley del Bayley College of Medicine de Houston,
Texas, no sabía que estaba actuando como un chamán. Pero, a diferencia
de los curanderos del Amazonas, no vestía un atuendo de plumas ni
empleaba una vara de madera sagrada ni trabajaba en una choza ahumada
con hierbas curativas. Este médico había realizado cientos de cirugías
artroscópicas (problemas en las articulaciones) empleando dos técnicas:
el lavado del cartílago con agua a presión y la eliminación de tejido
calcificado y afibrosado mediante raspado. Y, en los años 90, decidió
hacer una prueba, a doble ciego, con dos grupos de pacientes para
estudiar cuál de las dos técnicas era más efectiva. A sugerencia de la
directora del hospital, optó por incluir un tercer grupo al que se le
realizaría una operación placebo.
“Para cada remedio elaborado por el ser humano, hay una molécula química elaborada por nuestro organismo. Si fuésemos capaces de utilizar nuestra farmacia interna en lugar de depender de la síntesis química y su secuela de efectos secundarios indeseados, el restablecimiento de la salud se transformaría en un proceso natural y al alcance de todos.”
Las pruebas se hicieron entre los años 1995 y 1998 en tres grupos de
60 pacientes (que conocían y aceptaban formar parte del experimento y
que podían ser sometidos a cualquiera de las tres operaciones). Todos
los enfermos eran menores de 75 años y tenían dolor en la articulación
de la rodilla muy desarrollada y dolorosa y que no respondían a los
antiinflamatorios.
En las operaciones falsas se seguía todo el protocolo habitual, y
tanto las enfermeras como el paciente ignoraban si se realizaría una
intervención real o no. El paciente veía en un monitor todo el
desarrollo de una operación normal, pero grabada. Se hacían las dos
incisiones, y una vez finalizada la cirugía, se suturaban y se trataban
con medicación antibiótica. El resultado fue espectacular. Las mejoras
posoperatorias resultaron incluso mejores en los casos de operaciones
placebo que en las reales. Diez años después, los pacientes aún siguen
caminando, corriendo y practicando deporte, algo que antes ni siquiera
soñaban hacer.
Atmósfera ritual
El propio doctor B. Moseley explica la importancia de la atmósfera
ritual de sus operaciones. Consiste en habilitar un moderno quirófano,
un especial tratamiento previo y posterior a la operación, enfermeras,
instrumental, lo último en aparatos electrónicos de monitorización y él
mismo con su bata verde de cirugía, mascarilla, gorro aséptico, lentes
protectoras y manos enguantadas.
Cada cultura responde a su chamán particular, pero el efecto es el
mismo: la cura está en creer que la operación traerá la sanación, y no
en la propia intervención quirúrgica. Hoy en día podemos encontrar una
explicación a este fenómeno de cirugía placebo y abrir un nuevo y
excitante camino hacia la nueva medicina: la de la curación espontánea.
Mientras el doctor Moseley operaba, la mente y el subconsciente del
paciente generaban la auténtica curación. Se creaba una emoción positiva
de sanación. Esta situación hace segregar un enorme número de
neurotransmisores y hormonas que salen de las neuronas del sistema
nervioso y actúan sobre todas las células del cuerpo, en especial sobre
las células del sistema inmunitario y las glándulas suprarrenales. Unas
restablecen el equilibrio del sistema inmunitario que probablemente
estuviese atacando el cartílago afectado y otras detienen el proceso
inflamatorio que estaba dañando el cartílago, o actuando sobre las
suprarrenales para que segreguen cortisol; o incluso podrían actuar
sobre las células madre del cartílago para que produzcan nuevos
condrocitos que renueven el tejido. La emoción positiva actúa sobre los
receptores de las células para que estas procedan a la curación.
No somos cuerpo por un lado y mente por otro: los mismos
neurotransmisores y hormonas que se segregan y actúan en el cerebro se
segregan también en casi todas las células del cuerpo.
Las moléculas de la emoción
Candace Pert es una bióloga doctorada en farmacología por la
Universidad John Hopkins que ha dedicado gran parte de su vida
profesional a investigar sobre la bioquímica del cerebro en los
laboratorios del Instituto Nacional de Salud. Fue la descubridora de los
receptores opiáceos de las endorfinas del cerebro, lo que le hubiera
supuesto el Nobel… de no ser mujer.
“Hay una comunicación química constante entre nuestras emociones y nuestro organismo. La comunicación es bidireccional: nuestras células provocan emociones y nuestras emociones provocan cambios a nivel celular.”
Ya hacía tiempo que se sabía que las neuronas cerebrales tenían
receptores opiáceos; es decir, que originaban cambios en el sistema
nervioso central de los humanos cuando eran activadas por una molécula
química de una planta. Pero hace unos treinta años se descubrió que, en
realidad, las neuronas eran tanto o más sensibles a los opiáceos
fabricados por el propio organismo: las endorfinas. Aunque parezca
paradójico, todos deberíamos estar encarcelados: ¡podemos fabricar opio
en nuestro interior!
En 1999 publicó Las moléculas de la emoción, que debería haber
revolucionado la medicina oficial, pero fue despreciado por el entorno
académico. Con sus estudios y los de otros colegas, Pert explica que
casi todas las células de nuestro organismo contienen receptores de
neuropéptidos (sustancias químicas neurotransmisoras), y muchas de ellas
son además emisoras o secretoras de las mismas sustancias. Hoy se
conocen unos 60 neuropéptidos, neurotransmisores y hormonas con función
neurotransmisora, pero es probable que en el futuro se descubran nuevas
moléculas transmisoras.
Su libro lleva un segundo título: La ciencia detrás de la conexión
cuerpo-mente. Esto se debe a que por fin podemos explicar
científicamente el funcionamiento holístico del organismo. No somos
cuerpo por un lado y mente por otro, somos un continuo mente-cuerpo: los
mismos neurotransmisores y hormonas que se segregan y actúan en el
cerebro se segregan también en casi todas las células del cuerpo. Y
estas sustancias liberadas por las células actúan en el cerebro.
La presencia de receptores de neuropéptidos en los monocitos revelada
por Pert es suficiente para explicar las exitosas operaciones placebo
del doctor Moseley. Los monocitos no sólo son células del sistema
inmunitario (macrófagos), también tienen la capacidad de reparar todo
tipo de tejidos al potenciar la diferenciación celular (los macrófagos
tienen enzimas que les permiten tanto destruir como fabricar colágeno),
por ejemplo, cartílagos.
Hay una comunicación química constante entre nuestras emociones y nuestro organismo. La comunicación es bidireccional: nuestras células provocan emociones y nuestras emociones provocan cambios a nivel celular.
Hay una comunicación química constante entre nuestras emociones y nuestro organismo. La comunicación es bidireccional: nuestras células provocan emociones y nuestras emociones provocan cambios a nivel celular.
Risa liberadora
Ese es el camino que emprendió Norman Cousins, aunque en 1975 todavía
no se sabía tanto como ahora sobre el poder de los neuropéptidos.
Padecía espondilitis anquilosante, una enfermedad inflamatoria
autoinmune que oficialmente no tiene cura y que deforma progresivamente
la espina dorsal. Una de las interpretaciones del origen de esta
enfermedad se basa en anomalías en la renovación del colágeno, en
especial el que conforma los discos intervertebrales. Entonces Cousins
decidió, en común con su médico, tomar grandes dosis de vitamina C
(fundamental para el colágeno). Pero también decidió que se reiría a
carcajadas un mínimo de dos horas diarias, para lo cual se compró varias
colecciones de películas cómicas. Cousins sabía que la risa libera
enormes cantidades de endorfinas y probablemente otras hormonas y
neuropéptidos, y que estas le llevarían a la sanación. Y, en efecto,
superó su enfermedad y además sobrevivió más de 35 años a problemas
cardiacos congénitos.
En 1979 publicó un libro excepcional: Anatomía de una enfermedad, reflexiones sobre la curación y la regeneración. A partir de entonces y aunque no era médico ni científico, se dedicó a investigar acerca de la bioquímica de las emociones, adelantándose unos veinte años al libro escrito por C. Pert. La experiencia de Cousins nos pone sobre la vía curativa de las emociones positivas, la risa y la felicidad.
En 1979 publicó un libro excepcional: Anatomía de una enfermedad, reflexiones sobre la curación y la regeneración. A partir de entonces y aunque no era médico ni científico, se dedicó a investigar acerca de la bioquímica de las emociones, adelantándose unos veinte años al libro escrito por C. Pert. La experiencia de Cousins nos pone sobre la vía curativa de las emociones positivas, la risa y la felicidad.
El estrés que nos enferma
El polémico doctor Ryke G. Hamer, especialista en medicina interna y
catedrático de universidad de Heidelberg, tenía 43 años cuando decidió
tomarse unas vacaciones junto con su mujer y su hijo. Mientras se
encontraban en un barco frente a la mediterránea isla de Córcega, un
aristócrata italiano disparó sin motivo alguno contra el hijo del
doctor, que estaba durmiendo en cubierta, acabando con su vida. La
trágica muerte, unida al complejo proceso judicial posterior, afectaron
profundamente a la familia Hamer. El doctor desarrolló un cáncer de
testículos, en tanto que su esposa, también médico, sufrió varios
episodios cancerosos hasta fallecer, siete años después, a causa de un
infarto. A partir de la muerte de su hijo, del desarrollo de su propio
cáncer y el de su esposa, el Dr. Hamer inició una investigación médica y
llegó a la conclusión de que ambos cánceres son el resultado del grave
impacto emocional que sufrieron. Posteriormente formuló las bases de lo
que denominó la Nueva Medicina. En esencia y en lo referido al origen
emocional de las enfermedades, las ideas del doctor Hamer coinciden con
las de otros científicos, pero su Nueva Medicina Alemana chocó
frontalmente tanto con la ortodoxia médica como con los intereses de la
poderosa industria farmacéutica: fue inhabilitado para ejercer la
medicina, encarcelado en varias ocasiones y mantiene varias causas
pendientes en Alemania.
Casi todos hemos oído hablar del estrés, pero muchos ignoran que el
estrés es una emoción y, como tal, genera hormonas y neuropéptidos: el
cortisol (la hormona del estrés), la adrenalina, noradrenalina y la
encefalina, junto con abundante liberación de glucosa. El estrés, que
fue diseñado por la evolución para que podamos huir o enfrentarnos al
peligro, se ha transformado en un mecanismo de liberación de sustancias a
la sangre que no son aprovechadas ni para lo uno ni para lo otro y que
se acumulan en el organismo generando ansiedad, inmunodeficiencia,
dolores musculares, insomnio, taquicardias y otras peligrosas reacciones
que alteran el equilibrio homeostático. Así pues, según la teoría del
doctor Hamer, el estrés continuo de su familia ante la muerte absurda de
su hijo pasó años y meses sin resolverse, y causó… un cáncer.
Neuropéptidos y curación
Phoebe Snetsinger (1931-1999) era la abnegada madre de cuatro hijos
que, a pesar de pertenecer a una familia millonaria y de tener
aspiraciones intelectuales, lo postergó todo para dedicarse enteramente a
su hogar. Esto le provocó una gran frustración, tal como lo reveló en
su diario. A los 50 años fue diagnosticada de un melanoma y los médicos
estimaron que le quedaba un año de vida. Fue entonces cuando decidió
dedicarse plenamente a su entretenimiento favorito, al que apenas podía
dedicar tiempo: la observación de pájaros. Vivió 18 años dedicada a ello
y murió en plena labor en un accidente de automóvil en Madagascar.
Nunca siguió ningún tratamiento contra su melanoma. Es considerada una
de las expertas mundiales en aves y en sus múltiples viajes por todo el
mundo logró observar y describir unas 8.000 especies diferentes.
“No hay duda de que las emociones positivas derivadas de conseguir llevar a cabo las soñadas expectativas de vida han sido exitosas para poner en marcha los mecanismos de autocuración.”
Su caso es el ejemplo de miles y quizás de millones de personas que
se curaron espontáneamente de un cáncer o de cualquier otra enfermedad
terminal o incurable, cuando decidieron dar un brusco y total cambio de
rumbo a sus vidas.
Muchas personas con curaciones espontáneas habían abandonado su
rutina anterior y habían emprendido un estilo de vida que les resultaba
más satisfactorio y que les hacía más felices.
No hay duda de que las emociones positivas derivadas de conseguir
llevar a cabo las soñadas expectativas de vida fueron suficientes para
poner en marcha los mecanismos de autocuración generados por los
neuropéptidos. En algunos casos pueden haber actuado sobre el sistema
inmunitario, en otros sobre el sistema endocrino y probablemente en
muchos otros casos sobre la combinación de ambos. Por un lado,
eliminando las condiciones de la enfermedad y, por otro, potenciando la
energía vital para restablecer la salud. Si bien en el caso de Cousins
se trató de una acción racional y planificada, en el caso de Phoebe y en
muchos otros, las emociones actuaron de forma subconsciente, sin que la
persona llegase a percibir el proceso bioquímico iniciado por sus
emociones positivas.
La curación chamánica
Para cada remedio elaborado por el ser humano, hay una molécula química elaborada por nuestro organismo. Si fuésemos capaces de utilizar nuestra farmacia interna en lugar de depender de la síntesis química y su secuela de efectos secundarios indeseados, el restablecimiento de la salud se transformaría en un proceso natural y al alcance de todos.
El desafío del futuro es si seremos capaces de controlar las
emociones para evitar que las percepciones negativas produzcan
desequilibrios en la homeostasis del organismo y de que derive en una
enfermedad, y si seremos suficientemente hábiles como para provocar
emociones positivas que activen los neuropéptidos necesarios para
nuestra autocuración.
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